La búsqueda de Osama Bin Laden movilizó a cientos de los mejores agentes de la CIA. A cinco directores de la agencia. A dos presidentes de Estados Unidos. Pero su captura se debió a un hombre, a un único agente que durante casi una década vivió obsesionado con dar con el terrorista más buscado del mundo.
Vamos a llamarle por su segundo nombre: John.
John se unió a la CIA justo después del 11-S, al igual que otros tantos nuevos agentes, ambiciosos, inquietos, sedientos de justicia, pero él era diferente. Tiene un talento especial, una capacidad innata para fijarse en detalles que los demás ignoraban. Unía todos esos detalles y dar con una perspectiva amplia de la situación.
Cuando pasó a la unidad de contraterrorismo en 2003, ésta vivó dos años de gloria, capturando a seis grandes jefes de Al Qaeda ininterrumpidamente. Le ofrecieron un ascenso, pero eso le alejaría del cabecilla del 11-S. Insistió en quedarse. En cuestionarlo todo. En luchar por ser el veterano más respetado de su equipo. En definitiva, en llegar a una conclusión tan certera como arriesgada: investigar Pakistán, un importante aliado estadounidense en Oriente Próximo.
Entre 2007 y 2008, el equipo de John se centró en las pistas que tenían de Bin Laden en ese país. Fueron años frustrantes, de dar palos de ciego. Hasta que dieron con un hombre que, según otros terroristas interrogados, podría ser importante en Al Qaeda. John decidió no soltarlo. Tardó tres años, pero en agosto de 2010 por fin le llegó el mensaje que esperaba: "Es el mensajero de Bin Laden".
Mencionar a Bin Laden en la CIA era delicado. El escurridizo criminal encarnaba el fracaso más vergonzoso de la agencia en la última década. No podía haber lugar a errores. Durante meses, sólo John afirmaba que iban por el buen camino. Rodeado de gente que dudaba de él, informaba al presidente Obama de la situación y le urgía para pasar a la acción.
A finales de abril, el presidente accedió. No era una decisión intelectual. Les faltaba información. Pero hoy apenas es necesario decir que el 1 de mayo, la operación de saldó con el cadáver de Bin Laden. Se descorchó champán en la CIA. Estados Unidos estalló de júbilo. Era una victoria nacional. La victoria de un único hombre.
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