El último best-seller que se ha publicado en el Reino Unido es un libro dedicado al intercambio ruso-americano de espías que se llevó a cabo en 1962. El libro se ha convertido en líder de ventas gracias a la analogía establecida con los sucesos del 2010, en los que una serie de agentes interceptados fueron intercambiados.
El intercambio ruso-americano de espías del año pasado no sólo despertó el interés hacia las operaciones secretas del espionaje exterior ruso, sino que también provocó una intensa discusión en la prensa internacional que recordaba al famoso primer intercambio de espías en tiempos de la Guerra Fría. Sus protagonistas fueron el espía soviético Rudolf Abel (nombre falso de William Genrihovich Fisher), el piloto americano Francis Gary Powers, así como el estudiante americano Frederic Pryor, detenido en la República Democrática Alemana. A lo largo de las décadas no fue posible esclarecer esta operación secreta, de modo que el nuevo libro sobre el tema, titulado “Puente de espías” (Bridge of Spies) ha escalado inmediatamente a lo más alto de la lista de ventas.
Su autor es Giles Whittell , antiguo corresponsal del periódico londinense “The Times” en Moscú y actual corresponsal en Washington. Obtuvo acceso a los archivos de Moscú, Washington y Berlín. Además mantuvo encuentros con muchos colaboradores de los servicios de espionaje de los tres países, e incluso con testigos directos del suceso que tuvo lugar hace casi medio siglo. En concreto, con Yuri Drozdov, general del KGB y antiguo jefe del del Departamento “S” de la Primera Dirección General de la KGB. En 1962 Drozdov era comandante y colaborador del servicio de residentes de la KGB en Berlín Oriental. Fue él quien preparó el intercambio de Abel y estuvo presente en el puente de Glienicke, donde tuvo lugar el hecho.
Amor paternal
El coronel William Fisher, espía soviético alias Rudolf Abel, , fue condenado por espionaje a 32 años de prisión. La Unión Soviética se desentendió de Fisher y declaró que no se dedicaba al espionaje. El mismo Fisher negó cualquier vínculo con el servicio de espionaje ruso y ni siquiera dio su verdadero nombre.Rudolf Abel había nacido en Inglaterra en el seno de una familia alemana en 1920. Cuando tenía 17 años, llegó a Rusia junto a su padre y en 1927 comenzó a colaborar con el servicio de espionaje soviético.
Whittell escribe, citando a Drozdov, que desde el mismo comienzo de la condena de Abel la KGB mantuvo correspondencia con el prisionero. Una agente de la KGB que se hacía pasar por esposa de Abel y que tenía el nombre de Helen enviaba regularmente cartas al abogado americano James Donovan, quien las transfería a la administración de la prisión en Atlanta en la que cumplía condena su supuesto esposo y, al mismo tiempo, mandaba copias a la CIA. Los sobres tenían el sello de una oficina de correos de Leipzig, pero las cartas de la “esposa” escritas en alemán eran en realidad redactadas por Yuri Drozdov. Además también figuraba en ellas como primo del prisionero con el nombre de Urgen Driews.
No importa qué le escribían al prisionero de Atlanta la esposa y el primo inexistentes, lo importante es cómo un escándalo internacional cambió el destino de Abel. El primero de mayo de 1960, en el distrito de Sverdlovsk fue abatido un avión espía americano U-2, y su piloto, Francis Gary Powers, fue hecho prisionero y condenado a 10 años de prisión. Como ha revelado el autor de “Puente de espías”, el promotor del intercambio de Abel por Powers fue el propio padre del piloto americano, Oliver Powers. Whittell incluye en su libro una carta de Powers padre dirigida a Abel 4 años después de su sentencia. “Querido coronel Abel –escribe Oliver Powers–, soy el padre de Francis Gary Powers, cuyo nombre está relacionado con el incidente del avión U-2 que tuvo lugar hace varios años... Usted podrá hacerse cargo de la angustia que está sufriendo este padre por el destino de su hijo y el gran deseo de verlo en libertad. Yo mismo estaría dispuesto a dirigirme al Departamento de Estado y al Presidente de los EE UU solicitando un intercambio. Eso significa que yo haría todo lo posible para convencer a mi gobierno de que lo dejara a usted en libertad y lo enviara a su patria, si a cambio el gobierno de su país libera a mi hijo y le permite volver a casa. Si está de acuerdo con esto y me lo hiciera saber, le estaría muy agradecido, así como si le hiciera saber al gobierno de su país el contenido de esta propuesta”.
Tal y como escribe Whittell, esta carta despertó en Abel esperanzas de verse libre. Aunque la CIA, que lo supo a través del abogado de Abel, no mostró demasiado entusiasmo. En aquella época el servicio de espionaje de los EE UU tenía prohibido llevar a cabo cualquier negociación sobre intercambios de espías. De todos modos, el abogado James Donovan avisó a la “mujer” de Abel y a su abogado alemán de la propuesta del padre del piloto americano encerrado en una cárcel de Vladímir. Yuri Drozdov remitió esta información a sus superiores. En la KGB aceptaron la idea por lo que en septiembre de 1961 Drozdov se encontró en Berlín Oriental con Vogel (quien trabajaba para la Stasi, el servicio de espionaje de Alemania Oriental) para debatir y confeccionar una carta a Donovan en nombre de “Frau Abel”.
Giles Whittell cita también esta carta: “Por consejo suyo me he dirigido al Consulado Soviético en Berlín... Me complace poder comunicarle que el representante soviético ha mostrado una gran comprensión y me ha asegurado su deseo de ayudar... De nuestra conversación yo he quedado convencida de que el único modo de conseguir nuestro propósito es la liberación simultánea de F. Powers y de mi marido, lo que podría organizarse”.
¿Qué empujó finalmente a la CIA a aceptar el intercambio? En América no se guardaba ningún respeto por Powers. De hecho, lo acusaban de haber bajado de los 20.000 metros, lo que hizo posible que los misiles soviéticos lo abatieran (aunque posteriormente se descubriera que eso no era cierto), así como de haber pedido disculpas por espionaje en el juicio de Moscú.
En la entrevista a “Ogonyok” Giles Whittell, autor de “Puente de espías”, ofrece la siguiente explicación:
– Por aquella época la CIA ya estaba preparada para el intercambio. La propia Agencia comunicó a Donovan que el intercambio era de interés nacional (para EE UU). Hay varios motivos que sirven de explicación: en primer lugar, casi 5 años después los americanos se habían convencido de que Abel no iba a hablar y de era imposible que los soviéticos lo convencieran para que colaborara. En segundo lugar, comprendieron que si Abel volvía a la URSS la información que había obtenido mediante el espionaje tendría ya 5 años de antigüedad, por lo que difícilmente podría suponer un peligro sustancial para EE UU. Había también un motivo puramente pragmático: los 28 años de prisión que Abel tenía que cumplir eran una carga inútil para el presupuesto americano y para los contribuyentes.
Hay que decir que el informe sobre Abel en Rusia, no ha sido desclasificado hasta el día de hoy. Por lo que sólo podemos hacer conjeturas acerca de los motivos para aceptar el intercambio. Mientras estaba trabajando en Washington el año apsado tuve que escribir sobre el arresto y posterior intercambio de 10 espías rusos. Entonces me impresionó hasta qué punto tanto el mecanismo como los motivos por los que los americanos aceptaron el intercambio de Anna Chapman y sus colegas recordaban al intercambio de 1962. La única diferencia fue la velocidad con la que ambas partes llegaron a un acuerdo y la rapidez con la que se realizó el intercambio. Todo el proceso duró unos cuantos días. También el presidente Obama hizo todo lo posible para que eso no perjudicara las relaciones ruso-americanas. El parecido es tan sorprendente que podría pensarse que la Guerra Fría todavía no ha terminado.
Intercambio en el puente
Cuando James Donovan llegó a Berlín Oriental a principios de febrero de 1962 para llevar a cabo las conversaciones sobre el intercambio, escribe Whittell, se vio con Ivan Shishkin que decía ser el segundo secretario del consulado ruso en la República Democrática Alemana. En realidad se trataba de un residente de la KGB en Europa. Donovan le comunicó que podía traer a Abel a Berlín junto con el documento del indulto del presidente Kennedy en 48 horas, siempre y cuando la parte soviética confirmara su intención de liberar en ese mismo plazo a Powers y a Pryor (las autoridades de la República Democrática Alemana habían acusado a Frederic Pryor de espionaje económico y había sido arrestado, pero no le había dado tiempo a comparecer ante el tribunal). Shishkin respondió que tenía competencia para intercambiar a Powers, pero que Pryor estaba en manos de las autoridades de la República Democrática Alemana y pidió algo más de tiempo para “resolver la cuestión”. Dos días después Shishkin comunicaba que el asunto se había resuelto y que el estudiante Frederic Pryor iba a ser entregado el día del intercambio a sus padres en el punto de control “Charlie”.
La era de los intercambios de espías
comenzó con Frederic Pryor. Foto de AP
Al día siguiente el prisionero 80016-A de la prisión federal de Atlanta, autodenominado Rudolf Abel, junto con el abogado James Donovan, el subdirector de la prisión, Fred Wilkinson, y un colaborador del Departamento de Prisiones Federales, Aldridge, voló a Berlín Oriental. En el maletín de Wilkinson estaba el indulto de Abel firmado por dos Kennedy: el presidente de EEUU y su hermano Robert, fiscal general. Ese mismo día era trasladado desde Moscú a la RDA Francis Powers acompañado por un coronel anónimo de la KGB.
El intercambio tuvo lugar el 10 de febrero de 1962 en el Puente de Glienicke, que unía Berlín Este con la parte Oeste. Whittell señala que antes del intercambio Abel y Powers tuvieron que ser identificados por sus antiguos compañeros. Abel fue identificado por Vasili Prizov, agente del KGB (quien le pidió que se quitara las gafas). Por su parte, Powers fue identificado por Joe Murphy, que había volado con él. Por parte de Rusia estaban presentes Ivan Shishkin, “el primo de Driews”, en realidad el comandante Drozdov, y una escolta de francotiradores armados con automáticas. Exactamente a las 8:22 de la mañana, desde cada uno de los extremos del puente se acercaron dos grupos formados por tres hombres cada uno. El grupo soviético estaba encabezado por Ivan Shishkin y el americano por James Donovan. Los grupos se detuvieron en el centro del puente, Shishkin y Donovan se dieron la mano. Mientras que Abel y Powers siguieron adelante hacia extremos opuestos. A esa misma hora Frederic Pryor era entregado a las autoridades de la RDA en el punto de control “Charlie”.
Mensajero del tiempo
Ígor Sutiagin, antiguo colaborador del Instituto moscovita de EEUU y Canadá (hoy vive en Reino Unido) fue uno de los cuatro protagonistas del intercambio de 2010 por la parte rusa. Comparte la opinión del autor de “Puente de espías” y considera que el mecanismo del intercambio de 1962 se convirtió en un precedente para su exilio de Rusia. Durante los 11 años que pasó en prisión, negó categóricamente la acusación de espionaje y afirmó que era falsa e inventada.
En la entrevista concedida a “Ogonyok” Ígor Sutiagin ha explicado el procedimiento y el mecanismo de su intercambio, que tuvo lugar 48 años después de la liberación de Rudolf Abel.
— La tan extendida idea de que el intercambio del año pasado tuvo lugar por iniciativa de EE UU no es del todo correcta. La decisión se tomó en un encuentro entre Vladímir Putin y el ex presidente de EE UU, Bill Clinton el 29 de junio en Moscú, dos días después del arresto de los 10 espías rusos ilegales. En realidad no sabemos quién propuso primero esta idea.
Ígor Sutiagin. Foto de Itar-Tass.
Personalmente me comunicaron el intercambio en la prisión moscovita de Lefortovo, donde me habían trasladado desde un campo de internamiento. Dos representantes del FSB se encontraron conmigo, uno de los cuales se presentó como Alexánder Vasilíevich, el otro no dijo su nombre. No indicaron cuáles eran su cargos ni sus responsabilidades. Iban también tres americanos que, a diferencia de ellos, se presentaron y mencionaron sus cargos. En ese momento estaba muy nervioso como para memorizar sus nombres. Recuerdo que uno era del consulado americano, era claramente el representante del servicio de espionaje, otro era del Ministerio de Justicia, el tercero era también un funcionario, pero no recuerdo de dónde. Alexánder Vasilíevich formuló las condiciones del intercambio. Yo debía reconocer mi culpabilidad y además estar dispuesto a abandonar Rusia pudiendo elegir libremente a un familiar cercano a quien también se le daría permiso para abandonar el país conmigo. Tendría que volar a Inglaterra, aunque conservaría mi ciudadanía rusa y mis parientes no encontrarían obstáculos para visitarme en el extranjero. Inmediatamente me opuse a esas condiciones. No tenía intención de reconocer mi culpabilidad y que no quería marcharme a ninguna parte. Entonces, amablemente me dijeron que en ese caso no sólo yo sino ningún otro espía sería intercambiado. En ese momento supuse que la parte rusa intercambiaría tantos presos como agentes del SVR (Servicio de Inteligencia Extranjera ruso) hubieran sido arrestados en EE UU. No sabía que íbamos a ser sólo cuatro. Es decir, en ese momento imaginé que estaba obligado a decidir la suerte de 20 personas y sus familias. Todo dependía de si yo decía “sí” o “no”. Estuve intentando averiguar durante mucho tiempo que ocurriría si me negaba. Ambas partes estuvieron tanteando el terreno durante mucho tiempo y al final reconocieron que el acuerdo era en bloque y que se intercambiaba una lista de hombres por otra y que si una persona decía “no”, todos se quedarían en la cárcel. Yo no podía, en ese caso, asumir semejante responsabilidad.
—¿No preguntó por qué lo enviaban a Inglaterra?
—Sí, lo pregunté, pero no obtuve ninguna respuesta. Asimismo, me negué a nombrar a ningún familiar para que le permitieran volar conmigo. Si me separan de mi patria, me quitan también a mis familiares, mis amigos y la vida misma, ¿por qué tenía yo que romper de repente la vida de alguien, especialmente si se trataba de una persona cercana? De un modo u otro, durante esos 11 años mantuve contacto con mis familiares, incluso en los momentos de separación. Debo decir que yo intento cuidar de ellos. Los ex presos que volaron conmigo tampoco iban con parientes; en el avión nos acompañaron únicamente unos 20 hombres de la escolta.
... Terminando ya su libro, Giles Whittell escribe que si no hubiera sido por lo que le deparó el destino con su trabajo en la VCheka-OGPU-KGB, William Fisher/Rudolf Abel podría haberse convertido en un pintor bastante bueno. Durante 5 años estuvo pintando paisajes y retratos en su celda. En 1999 se publicó un álbum con cuadros del famoso agente. Dos cuadros firmados por Rudolf Abel decoran las paredes de la prisión federal de Nueva York.
Su autor es Giles Whittell , antiguo corresponsal del periódico londinense “The Times” en Moscú y actual corresponsal en Washington. Obtuvo acceso a los archivos de Moscú, Washington y Berlín. Además mantuvo encuentros con muchos colaboradores de los servicios de espionaje de los tres países, e incluso con testigos directos del suceso que tuvo lugar hace casi medio siglo. En concreto, con Yuri Drozdov, general del KGB y antiguo jefe del del Departamento “S” de la Primera Dirección General de la KGB. En 1962 Drozdov era comandante y colaborador del servicio de residentes de la KGB en Berlín Oriental. Fue él quien preparó el intercambio de Abel y estuvo presente en el puente de Glienicke, donde tuvo lugar el hecho.
Amor paternal
El coronel William Fisher, espía soviético alias Rudolf Abel, , fue condenado por espionaje a 32 años de prisión. La Unión Soviética se desentendió de Fisher y declaró que no se dedicaba al espionaje. El mismo Fisher negó cualquier vínculo con el servicio de espionaje ruso y ni siquiera dio su verdadero nombre.Rudolf Abel había nacido en Inglaterra en el seno de una familia alemana en 1920. Cuando tenía 17 años, llegó a Rusia junto a su padre y en 1927 comenzó a colaborar con el servicio de espionaje soviético.
Whittell escribe, citando a Drozdov, que desde el mismo comienzo de la condena de Abel la KGB mantuvo correspondencia con el prisionero. Una agente de la KGB que se hacía pasar por esposa de Abel y que tenía el nombre de Helen enviaba regularmente cartas al abogado americano James Donovan, quien las transfería a la administración de la prisión en Atlanta en la que cumplía condena su supuesto esposo y, al mismo tiempo, mandaba copias a la CIA. Los sobres tenían el sello de una oficina de correos de Leipzig, pero las cartas de la “esposa” escritas en alemán eran en realidad redactadas por Yuri Drozdov. Además también figuraba en ellas como primo del prisionero con el nombre de Urgen Driews.
No importa qué le escribían al prisionero de Atlanta la esposa y el primo inexistentes, lo importante es cómo un escándalo internacional cambió el destino de Abel. El primero de mayo de 1960, en el distrito de Sverdlovsk fue abatido un avión espía americano U-2, y su piloto, Francis Gary Powers, fue hecho prisionero y condenado a 10 años de prisión. Como ha revelado el autor de “Puente de espías”, el promotor del intercambio de Abel por Powers fue el propio padre del piloto americano, Oliver Powers. Whittell incluye en su libro una carta de Powers padre dirigida a Abel 4 años después de su sentencia. “Querido coronel Abel –escribe Oliver Powers–, soy el padre de Francis Gary Powers, cuyo nombre está relacionado con el incidente del avión U-2 que tuvo lugar hace varios años... Usted podrá hacerse cargo de la angustia que está sufriendo este padre por el destino de su hijo y el gran deseo de verlo en libertad. Yo mismo estaría dispuesto a dirigirme al Departamento de Estado y al Presidente de los EE UU solicitando un intercambio. Eso significa que yo haría todo lo posible para convencer a mi gobierno de que lo dejara a usted en libertad y lo enviara a su patria, si a cambio el gobierno de su país libera a mi hijo y le permite volver a casa. Si está de acuerdo con esto y me lo hiciera saber, le estaría muy agradecido, así como si le hiciera saber al gobierno de su país el contenido de esta propuesta”.
Tal y como escribe Whittell, esta carta despertó en Abel esperanzas de verse libre. Aunque la CIA, que lo supo a través del abogado de Abel, no mostró demasiado entusiasmo. En aquella época el servicio de espionaje de los EE UU tenía prohibido llevar a cabo cualquier negociación sobre intercambios de espías. De todos modos, el abogado James Donovan avisó a la “mujer” de Abel y a su abogado alemán de la propuesta del padre del piloto americano encerrado en una cárcel de Vladímir. Yuri Drozdov remitió esta información a sus superiores. En la KGB aceptaron la idea por lo que en septiembre de 1961 Drozdov se encontró en Berlín Oriental con Vogel (quien trabajaba para la Stasi, el servicio de espionaje de Alemania Oriental) para debatir y confeccionar una carta a Donovan en nombre de “Frau Abel”.
Giles Whittell cita también esta carta: “Por consejo suyo me he dirigido al Consulado Soviético en Berlín... Me complace poder comunicarle que el representante soviético ha mostrado una gran comprensión y me ha asegurado su deseo de ayudar... De nuestra conversación yo he quedado convencida de que el único modo de conseguir nuestro propósito es la liberación simultánea de F. Powers y de mi marido, lo que podría organizarse”.
¿Qué empujó finalmente a la CIA a aceptar el intercambio? En América no se guardaba ningún respeto por Powers. De hecho, lo acusaban de haber bajado de los 20.000 metros, lo que hizo posible que los misiles soviéticos lo abatieran (aunque posteriormente se descubriera que eso no era cierto), así como de haber pedido disculpas por espionaje en el juicio de Moscú.
En la entrevista a “Ogonyok” Giles Whittell, autor de “Puente de espías”, ofrece la siguiente explicación:
– Por aquella época la CIA ya estaba preparada para el intercambio. La propia Agencia comunicó a Donovan que el intercambio era de interés nacional (para EE UU). Hay varios motivos que sirven de explicación: en primer lugar, casi 5 años después los americanos se habían convencido de que Abel no iba a hablar y de era imposible que los soviéticos lo convencieran para que colaborara. En segundo lugar, comprendieron que si Abel volvía a la URSS la información que había obtenido mediante el espionaje tendría ya 5 años de antigüedad, por lo que difícilmente podría suponer un peligro sustancial para EE UU. Había también un motivo puramente pragmático: los 28 años de prisión que Abel tenía que cumplir eran una carga inútil para el presupuesto americano y para los contribuyentes.
Hay que decir que el informe sobre Abel en Rusia, no ha sido desclasificado hasta el día de hoy. Por lo que sólo podemos hacer conjeturas acerca de los motivos para aceptar el intercambio. Mientras estaba trabajando en Washington el año apsado tuve que escribir sobre el arresto y posterior intercambio de 10 espías rusos. Entonces me impresionó hasta qué punto tanto el mecanismo como los motivos por los que los americanos aceptaron el intercambio de Anna Chapman y sus colegas recordaban al intercambio de 1962. La única diferencia fue la velocidad con la que ambas partes llegaron a un acuerdo y la rapidez con la que se realizó el intercambio. Todo el proceso duró unos cuantos días. También el presidente Obama hizo todo lo posible para que eso no perjudicara las relaciones ruso-americanas. El parecido es tan sorprendente que podría pensarse que la Guerra Fría todavía no ha terminado.
Intercambio en el puente
Cuando James Donovan llegó a Berlín Oriental a principios de febrero de 1962 para llevar a cabo las conversaciones sobre el intercambio, escribe Whittell, se vio con Ivan Shishkin que decía ser el segundo secretario del consulado ruso en la República Democrática Alemana. En realidad se trataba de un residente de la KGB en Europa. Donovan le comunicó que podía traer a Abel a Berlín junto con el documento del indulto del presidente Kennedy en 48 horas, siempre y cuando la parte soviética confirmara su intención de liberar en ese mismo plazo a Powers y a Pryor (las autoridades de la República Democrática Alemana habían acusado a Frederic Pryor de espionaje económico y había sido arrestado, pero no le había dado tiempo a comparecer ante el tribunal). Shishkin respondió que tenía competencia para intercambiar a Powers, pero que Pryor estaba en manos de las autoridades de la República Democrática Alemana y pidió algo más de tiempo para “resolver la cuestión”. Dos días después Shishkin comunicaba que el asunto se había resuelto y que el estudiante Frederic Pryor iba a ser entregado el día del intercambio a sus padres en el punto de control “Charlie”.
La era de los intercambios de espías
comenzó con Frederic Pryor. Foto de AP
Al día siguiente el prisionero 80016-A de la prisión federal de Atlanta, autodenominado Rudolf Abel, junto con el abogado James Donovan, el subdirector de la prisión, Fred Wilkinson, y un colaborador del Departamento de Prisiones Federales, Aldridge, voló a Berlín Oriental. En el maletín de Wilkinson estaba el indulto de Abel firmado por dos Kennedy: el presidente de EEUU y su hermano Robert, fiscal general. Ese mismo día era trasladado desde Moscú a la RDA Francis Powers acompañado por un coronel anónimo de la KGB.
El intercambio tuvo lugar el 10 de febrero de 1962 en el Puente de Glienicke, que unía Berlín Este con la parte Oeste. Whittell señala que antes del intercambio Abel y Powers tuvieron que ser identificados por sus antiguos compañeros. Abel fue identificado por Vasili Prizov, agente del KGB (quien le pidió que se quitara las gafas). Por su parte, Powers fue identificado por Joe Murphy, que había volado con él. Por parte de Rusia estaban presentes Ivan Shishkin, “el primo de Driews”, en realidad el comandante Drozdov, y una escolta de francotiradores armados con automáticas. Exactamente a las 8:22 de la mañana, desde cada uno de los extremos del puente se acercaron dos grupos formados por tres hombres cada uno. El grupo soviético estaba encabezado por Ivan Shishkin y el americano por James Donovan. Los grupos se detuvieron en el centro del puente, Shishkin y Donovan se dieron la mano. Mientras que Abel y Powers siguieron adelante hacia extremos opuestos. A esa misma hora Frederic Pryor era entregado a las autoridades de la RDA en el punto de control “Charlie”.
Mensajero del tiempo
Ígor Sutiagin, antiguo colaborador del Instituto moscovita de EEUU y Canadá (hoy vive en Reino Unido) fue uno de los cuatro protagonistas del intercambio de 2010 por la parte rusa. Comparte la opinión del autor de “Puente de espías” y considera que el mecanismo del intercambio de 1962 se convirtió en un precedente para su exilio de Rusia. Durante los 11 años que pasó en prisión, negó categóricamente la acusación de espionaje y afirmó que era falsa e inventada.
En la entrevista concedida a “Ogonyok” Ígor Sutiagin ha explicado el procedimiento y el mecanismo de su intercambio, que tuvo lugar 48 años después de la liberación de Rudolf Abel.
— La tan extendida idea de que el intercambio del año pasado tuvo lugar por iniciativa de EE UU no es del todo correcta. La decisión se tomó en un encuentro entre Vladímir Putin y el ex presidente de EE UU, Bill Clinton el 29 de junio en Moscú, dos días después del arresto de los 10 espías rusos ilegales. En realidad no sabemos quién propuso primero esta idea.
Ígor Sutiagin. Foto de Itar-Tass.
Personalmente me comunicaron el intercambio en la prisión moscovita de Lefortovo, donde me habían trasladado desde un campo de internamiento. Dos representantes del FSB se encontraron conmigo, uno de los cuales se presentó como Alexánder Vasilíevich, el otro no dijo su nombre. No indicaron cuáles eran su cargos ni sus responsabilidades. Iban también tres americanos que, a diferencia de ellos, se presentaron y mencionaron sus cargos. En ese momento estaba muy nervioso como para memorizar sus nombres. Recuerdo que uno era del consulado americano, era claramente el representante del servicio de espionaje, otro era del Ministerio de Justicia, el tercero era también un funcionario, pero no recuerdo de dónde. Alexánder Vasilíevich formuló las condiciones del intercambio. Yo debía reconocer mi culpabilidad y además estar dispuesto a abandonar Rusia pudiendo elegir libremente a un familiar cercano a quien también se le daría permiso para abandonar el país conmigo. Tendría que volar a Inglaterra, aunque conservaría mi ciudadanía rusa y mis parientes no encontrarían obstáculos para visitarme en el extranjero. Inmediatamente me opuse a esas condiciones. No tenía intención de reconocer mi culpabilidad y que no quería marcharme a ninguna parte. Entonces, amablemente me dijeron que en ese caso no sólo yo sino ningún otro espía sería intercambiado. En ese momento supuse que la parte rusa intercambiaría tantos presos como agentes del SVR (Servicio de Inteligencia Extranjera ruso) hubieran sido arrestados en EE UU. No sabía que íbamos a ser sólo cuatro. Es decir, en ese momento imaginé que estaba obligado a decidir la suerte de 20 personas y sus familias. Todo dependía de si yo decía “sí” o “no”. Estuve intentando averiguar durante mucho tiempo que ocurriría si me negaba. Ambas partes estuvieron tanteando el terreno durante mucho tiempo y al final reconocieron que el acuerdo era en bloque y que se intercambiaba una lista de hombres por otra y que si una persona decía “no”, todos se quedarían en la cárcel. Yo no podía, en ese caso, asumir semejante responsabilidad.
—¿No preguntó por qué lo enviaban a Inglaterra?
—Sí, lo pregunté, pero no obtuve ninguna respuesta. Asimismo, me negué a nombrar a ningún familiar para que le permitieran volar conmigo. Si me separan de mi patria, me quitan también a mis familiares, mis amigos y la vida misma, ¿por qué tenía yo que romper de repente la vida de alguien, especialmente si se trataba de una persona cercana? De un modo u otro, durante esos 11 años mantuve contacto con mis familiares, incluso en los momentos de separación. Debo decir que yo intento cuidar de ellos. Los ex presos que volaron conmigo tampoco iban con parientes; en el avión nos acompañaron únicamente unos 20 hombres de la escolta.
... Terminando ya su libro, Giles Whittell escribe que si no hubiera sido por lo que le deparó el destino con su trabajo en la VCheka-OGPU-KGB, William Fisher/Rudolf Abel podría haberse convertido en un pintor bastante bueno. Durante 5 años estuvo pintando paisajes y retratos en su celda. En 1999 se publicó un álbum con cuadros del famoso agente. Dos cuadros firmados por Rudolf Abel decoran las paredes de la prisión federal de Nueva York.
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